Tras la crisis de la industria cinematográfica de Holiwood, en el resto del mundo se imponían nuevas ideas fílmicas. Impregnados del espíritu de las "vanguardias artísticas" de la primera mitad del XX, en Europa comenzó la experimentación formal, que llevó a la creación de nuevas formas fílmicas.
La primera de ellas, en
Esta tendencia hacia un cine más realista y menos espectacular fue recogida en otros lugares de Europa. En Francia, François Truffaut inauguró la nouvelle vague, con "Los cuatrocientos golpes". Los cineastas de esta corriente cinematográfica se agruparon en torno a la revista Cahiers du Cinema, que utilizaron como vehículo de sus ideas sobre el cine. Su interés por las películas de realizadores Americanos, especialmente por (Hitchcock), quien, a pesar de ser Inglés, realizó buena parte de su filmografía en los Estados Unidos, les permiten sustentar sus pensamientos acerca de lo que para ellos era el "cine de autor" reconsiderando su despreciado talento y creatividad cinematográfica.
Este fenómeno encontró paralelo en el free cinema inglés, y después se proyectó en Latinoamérica, muy en particular en el cinema novo de Brasil.
Gran parte de la actividad intelectual en torno al cine se desarrollaba no en los estudios de productores, sino en los foros, en donde se proyectaban filmes, y se discutía sobre ellos entre el público interesado. "Cahiers du Cinema" definió su propio cine como un "cine de autor", o sea del director, frente al cine hollywoodense, el cual era considerado "cine de productor", y por ende, reivindicaba la mirada artística y personal del director, por encima de las exigencias comerciales. Esto le abrió las puertas a cineastas con propuestas tan personales como Igmar Bergman, o Andrei Tarkovski, por ejemplo, además de allanar el camino para cineastas no europeos, como por ejemplo el japonés Akira Kurosawa. También hubo filmes que trataron géneros considerados como típicamente hollywoodenses y los plantearon en sus propios términos, como por ejemplo "Barbarella" (la ciencia ficción), "Los paraguas de Cherburgo" (la comedia musical), o "El bueno, el malo y el feo" (el western).
Con el tiempo muchos actores y actrices de estos movimientos, se convirtieron en estrellas tan rutilantes como las hollywoodenses: fue el caso de Brigitte Bardot, Catherine Deneuve, Jean Paul Belmondo, etcétera. Parte de su encanto radicaba en que se permitían muchas libertades sexuales que las estrellas de Estados Unidos no podían o no querían, amparadas por la censura imperante en Hollywood.
Pero el cine comercial no desapareció en Europa. El despliegue de colosalismo por parte de Hollywood encontró respuesta en el desarrollo del Peplum primero, y cuando éste se agotó, en el spaghetti western. Fuera de Europa también hubo otras manifestaciones fílmicas que se hicieron prontamente comerciales, como por ejemplo el cine de artes marciales procedente de Hong Kong. Todas estas productoras trabajaban artesanalmente, y no podían competir con la alta calidad técnica de Hollywood, por lo que se esforzaron en la cantidad, redefiniendo así el cine de serie B.
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